Nos situamos en los asientos izquierdos del avión para tener una buena visión, a través de las ventanillas, de la franja himalaya, pero las nubes no nos dejaron apenas ver los altos y nevados picos. Mala suerte.
Y por fin... aterrizamos en la "Cima del Mundo", aunque ahora sólo estamos a 3.550mt. de altitud.
Momentos tensos en la zona de control de seguridad y visado, pues somos posiblemente los primeros extranjeros en entrar de la manera que lo vamos a hacer. Y más inquietud por parte de Jéssica pues su pasaporte es americano. Al final nos sellan la hoja de papel que hace de visado por tres semanas.
Al salir del aeropuerto de Gongkar nos esperaba un chófer con su taxi. Entrar en la autopista dirección Lhasa es comenzar una visión completamente diferente a lo visto anteriormente, pues todo es muy seco y las montañas ofrecen un paisaje casi lunar. Atravesamos el nuevo túnel que ha reducido en 45Km el trayecto a la capital, y cruzamos el río Yarlung Tsangpo que apenas lleva agua, ya que estamos en época de pocas lluvias. Este gran río recorre el país de oeste a este a lo largo de 1.700Km.
La primera gran edificación que nos llama la atención es, a 8km de la entrada a Lhasa, el Monasterio Deprung, situado en la base de la montaña Gephel Ri, y seguidamente la enorme avenida Dekyi Nub Lam (para los chinos, Beijing Zhonglu) de varios kilómetros, que entra en la capital, atraviesa las nuevas construcciones chinas de tiendas, grandes almacenes, karaokes, restaurantes, peluquerías, y pasa bajo el Gran Palacio Potala, antigua sede del Gobierno tibetatano.
Nos detuvimos en el Hotel Yak, el hostal más turístico de la zona, , pero no nos gustó nada, sobre todo al preguntar precios y ver las habitaciones para compartir. Nos dirigimos a la calle Mentsikhang que va hacia la Plaza Bharkor, y nos dividimos en busca del hostal que más nos gustase. Decido yo, uno local, el Tashi Targyel. Parece un templo desde fuera, pues pasando a través de una pesada cortina tibetana se entra en un gran hall muy poco iluminado, donde una neblina de humo lo envuelve todo, debido a la quema de moñiga de Yak en las estufas, y un intenso olor a incienso, hace que el lugar sea bastante místico.
No fue nada complicado conseguir dos habitaciones a muy buen precio tras regatear algo, mediante un joven que se me acercó e hizo voluntariamente de traductor, ya que aquí sólo se habla tibetano. Las otras habitaciones están cogidas por familias tibetanas que han venido de peregrinación. Ellos pagan muy poco por las mismas. Somos los únicos extranjeros. Una vez dejado las mochilas, saltamos a la calle con una intensa emoción, pues estamos cumpliendo nuestra gran ilusión: vistar Tibet!!.
Lhasa es una de las ciudades más altas, con una temperatura diurna, en esta época, entre los 10º y 5º, y al anochecer está bajando hasta los -3º. Las construcciones de la parte antigua son muy singulares, con forma casi trapezoidal, de anchos muros, todas pintadas de blanco, y las puertas y ventanas con un reborde negro. Algunas tienen sobre los muros de la azotea cabezas o cuernos de Yaks secadas por el sol. Las callejuelas son laberínticas y algo estrechas, con intenso movimiento de gente en algunas de ellas. Tienditas de todo tipo, un mercado grande, teterías, salas de juegos de mesa, y muchos pequeños templos. Hay un barrio musulmán, con su particular mercadillo.
Pero, que lástima haber llegado tan tarde a Tibet. Los chinos están cambiando de una manera inimaginable todo el entorno. La ciudad antigua, poco cuidada, va perdiendo todo el poder por las enormes avenidas llenas de tiendas de moda que visten a los nuevos colonos y a los turistas chinos a la última, y también por las nuevas edificaciones que albergan a los inmigrantes chinos que vienen por miles -en la nueva línea de tren- a vivir aquí, con bastantes ayudas por parte del gobierno chino.
En ningún momento sentimos mal de altura, ya que al llegar en avión la presión atmosférica es diferente, muy al contrario de ese casi obligado trayecto de jeeps turístico organizado por las mafiosas agencias desde Nepal, con sus obligadas paradas y poco tiempo para adaptarse a la rápida elevación. Al atardecer buscamos los lugares más baratos para cenar que sería, o en los carritos callejeros de comida caliente, o en los restaurantes chinos donde algunos platos se cocinan en la misma entrada. Casi todos calderitos de sopas de pasta de arroz con verduras (shaguo mixian). Y son realmente baratos. Al igual que los raviolis rellenos de carne de Yak (momos), el arroz frito tibetano (shomdai) o chino con verduras (chao mian), la carne de Yak con papas y arroz (shemdre), la sopa de fideos con la misma carne (thugpa), o de pasta ancha (hipthuk). Las casas de té tibetanas están esparcidas por la zona antigua, y son lugares muy confortables debido al calorcito desprendido por los largos tubos-chimeneas que conducen el vapor que sale de la quema de moñigas de yak en la cocinilla, donde calientan las teteras, y que a la vez también funcionan como estufas. Los peregrinos y locales, mientras juegan a las cartas, charlan, ven o cantan karaoke sentados alrededor de las mesas rectangulares de madera, beben Cha ngamó (té con leche de Yak), Bo cha ( té con leche y mantequilla de Yak, sal y, a veces, soda y hoja de menta), o Chang (cerveza local).
La primera toma de contacto con el bullicio fue en la Plaza Barkhor, un vibrantísimo mercadillo, centro de la vida espiritual que atrae a miles de tibetanos a diario para realizar la "kora"(dar vueltas en sentido horario alrededor de un templo, monasterio, montaña o lugar sagrado) de casi 800m alrededor del Templo Jokhang, con Trengas y Malas (rosarios de 108 bolitas de colores) en mano, con Manikhor (molinillo de metal donde se ha introducido rollitos de escritura de oraciones, con un manguito de agarre y que por cada giro que da "se rezan" todas esas oraciones), y mujeres con los niños enganchados en sus espaldas, pasando también entre puestos callejeros donde se vende todo tipo de artilugios: ropa, zapatos, botas de ante y cuero, joyería, banderas de colores escritas con oraciones (Tarchog) que al ser movidos por el viento las "lanzan" al aire, Kathak (bufandas blancas de tela de fibra, símbolo de pureza y de amistad), bloques de manteca de Yak, incienso (Sang), trajes tradicionales de mujer o de hombres (Chuba)..., para luego entrar en el templo y realizar las ofrendas pertinentes.
Al hacer koras se gana puntos de "karma bueno" pero realizarlas en sentido antihorario se resta!. Otras formas de hacer puntos de karma, es recitando mantras en forma de "ronquidos" mientras se camina, o haciendo girar el Manikhor.
Al final de la plaza se encuentra el Templo Jokhang (s.VII), uno de los más antiguos y el más sagrado de todo el país (también llamado Tsuglhakhang), donde cientos de peregrinos circulan en la misma dirección, otros tantos se postran y reverencian (chaktsal) frente a la fachada de entrada, o circunvalan en respetuoso silencio en el interior (nangkhor), entre sus capillas, ofrendando a las imágenes (una de ellas es la de un enorme Buda Sakyamuni de oro macizo, la más venerada del país), los tesoros más preciados del arte tibetano, haciendo girar las filas de enormes ruedas de oraciones o participando de las ceremonias organizadas por sus monjes. A partir de la 6 de la tarde se puede entrar gratis, pues durante el día los turistas deben pagar 70R. Hay un estricto control de entrada, y bien tapado se puede pasar inadvertido entre la multitud. Me cogieron sólo una vez de las tantas que entré camuflado. Impresiona mucho pasar varias horas en el interior observando a los feligreses rezar y caminar tan ordenadamente.
La visita principal la hemos centrado en el Palacio Potala (declarado en 1.994 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO), tras varios días intentando conseguir un ticket de entrada, haciendo cola en taquilla, pues está muy controlado el acceso. Levantado en el monte Marpori (Colina Roja) en el mismo centro de Lhasa, , y es visita ineludible, aunque ha dejado de tener ese encantador poder monástico de antaño, ya que ha sido destinado a oficinas gubernamentales china. Pintado en rojo, el edificio central y m
ás alto, estaba reservado para las actividades espirituales y el blanco, que abarca casi todo el complejo fue la sede del Gobierno y residencia de invierno del Dalai Lama.
De entre las 1.000 habitaciones, capillas y sala de oraciones que dispone, sólo permiten visitar unas pocas. Entre ellas la habitación del último, Tenzin Gyatso, actualmente exiliado con su gobierno en Dharamsala, norte de India, desde que la invasión china en 1.959 forzó su huída. La cantidad de policías en su interior (no puede perderse uno a gusto entre ellas) y el limitado tiempo que dan (2h), hacen del lugar un sitio para mí poco elogiable. Ahora bien, contar que se estuvo allí, y pagando los 100R es, en parte, colaborar con el régimen dictador chino. Pero sigue siendo lugar de peregrinación para los tibetanos que añoran a los dalais que allí habitaron, y sin duda alguna no se debería dejar pasar la visita. 13 pisos, 130m de altura, y muros de hasta 5m de grosor en algunas estancias, hacen parecer "la morada de un dios inaccesible". En él han vivido y gobernado estas tierras desde que el V Dalai Lama inició su construcción en el s.XVII, y ahí están enterrados en estupas adornadas de oro, plata y piedras preciosas, ocho de ellos.
También las visitas a los monasterios de los alrededores se hizo imprescindible:
El Monasterio Sera, fundado en 1.419 por la orden Gelukpa, se encuentra a 5Km al norte, y se puede ir en bus, que para justo a la entrada del corredor que llega hasta la puerta del recinto donde varios puestos exponen cantidad de artículos budistas, entre ellos Khatas, tochos de billetes de 1 Jiao -que se cambian para donar a todo lo adorable-, litros de aceite de Yak para llenar las lámparas (Chömay), y que luego van depositando en los recipientes del interior de los templos para que no se extingan las pequeñas llamas sagradas, palitos de incienso... Un poco antes de la puerta de acceso un pequeño y polvoriento camino a la izquierda marca el comienzo de la kora alrededor del monasterio. Para evitar pagar los 70R (8€) que cuesta el ticket hay que rodearlo y entrar por la puerta oeste ya que no hay nadie que la controle.
Nosotros seguimos a los peregrinos y tras pasar por enormes piedras, escalones de lascas que rodean al monasterio, largas hileras de banderas de oraciones (darchok), nuestra primera misión fue salirnos de la ruta y llegar hasta un monasterio a mitad de la montaña, Sera Ütse, 4.130m, como punto más alto para tener una buena panorámica de la zona. Aún se puede subir hasta la cima y visitar más monasterios, pero ya era demasiado para nuestros primeros días de adaptación a las alturas. Primeramente accedimos mediante una escarpada subida hacia un viejo Chorten ( Capilla), rodeada también de cientos de darchoks, no sin antes pasar junto a varios enormes Yaks que pastaban sueltos. Mi primer contacto con un bicho tan grande como éstos fue inquietante, pues me acojoné, tan solo como me miraba uno de ellos al pasar frente a su cornuda cabeza, no sin antes hacer un ademán de ataque. O eso es lo que pensé. Cada nueve o diez pasos había que detenerse para respirar profundamente, pues el esfuerzo de subida es agotador, y la altura considerable. En el Ütse (templo) habitan solamente dos monjes que lo cuidan durante todo el año, y sólo bajan a buscar provisiones. Tienen una pequeña capilla con varias imágenes, una de ella de Buda, y se admite donaciones. Desde el salón principal con unas excelentes vistas a través de un ventanal, nos contaron historias y leyendas, y nos invitaron al té de manteca de Yak (bo chá) más espeso que jamás hubiera bebido. No había terminado de beber la primera taza, cuando me lo volvieron a llenar de nuevo, como símbolo de respeto, y no lo pude terminar. Parecía que bebía sopa de aceite. Allí se encontraba también el hijo pequeño, con una cara de pillín, y una inteligencia colosal que nos hizo reír muchísimo. Tras el esparcimiento correspondiente procedimos a la bajada. Paramos un buen rato en un mirador natural entre la montaña con unas vistas espectaculares sobre todo el valle de Lhasa, donde pasa con muy poca agua el río Kyi-chu, afluente del Yarlung Tsangpo, (ó Brahmaputra cuando llega hasta Bangla Desh donde desemboca). Luego de una accidentada bajada entramos en el Monasterio Sera, y paseamos por los alrededores, pero al estar atardeciendo, decidimos que volveríamos al siguiente día para ver con más detenimiento las capillas, templos, habitaciones de oraciones...
Se pueden visitar casi todas las dependencias y escuelas, como la Sera Je, que tiene una capilla dedicada a Tandrin, la deidad protectora mas venerada. Todas las tardes los monjes bajan al patio principal para repasar los textos sagrados de una manera muy original, pues en parejas y con gestos amenazantes, palmadas frente a la cara o golpes en el suelo, corrigen los errores al recitar los sutras budistas.
Otro día nos trasladamos en bus hasta el enorme Monasterio Drepung (s.XV), a 7km, símbolo del poder de la orden Gelukpa, con una bellísima kora de dos horas en la que se puede alcanzar hasta los 3.900m de altitud. La realizamos con una anciana muy hábil. Siempre esperaba por nosotros mientras sonreía, e incluso intentaba explicarnos, en tibetano, ciertas cosas que no llegábamos a entender, pero podríamos suponer a que se refería: desde lo alto se podía observar los restos de antiguas edificaciones destruidas a lo largo de los años por los mongoles y por la Revolución Cultural china y que ésta se encargó de aniquilar cerca de 7.000 monjes que habitaban aquí, dejando tan sólo 300. Conjuntamente con el de Sera y Ganden constituían uno de los tres pilares del Estado tibetano. Esta vez nos pillaron nada más bajar del bus y tuvimos que abonar los 50R. correspondiente. En unas siete horas visitamos todas las estancias junto a los alegres peregrinos, a los que nos uníamos, y que nos trataban muy amablemente. Destaca el salón de Asambleas (Tsogchen), edificio principal para los actos importantes, de dos plantas y 180 columnas, cientos de thangkas, esculturas, capillas, cuatro escuelas, un pequeño palacio con capillas), el Palacio Ganden (con varios salones con capillas, dioses protectores, estatuas, un patio para bailes rituales), una cueva para meditación, varias residencias de monjes, y un gran muro inclinado en el exterior para colocar los enormes thangkas (telares) pintados para fechas especiales.
En una más que fría 4:30 de la mañana, bajamos en un bus de peregrinos algo más al sur, a 40Km al este, hasta el Monasterio Ganden (de la Alegría), en el valle de Kyuchu, a 4.500m de altitud, fundado en 1.409 por Tsong Khapa (fundador también de la orden gelukpa, una de las ramas del budismo tibetano). Tras sufrir daños irreparables durante la Revolución Cultural, obligaron a sus monjes a desmantelar los restos que quedaron de pie, y ahora está en pleno proceso de reconstrucción. Sigue siendo un importante lugar de peregrinación, pues es uno de los primeros y más grandes monasterios budistas en el Tíbet. Su importancia, tanto religiosa como artística, política y cultural ha llevado a ser preservado por el Consejo Nacional de Conservación de Reliquias Culturales del régimen desde 1961, y ahora es conocido como uno de los "Tres Grandes Templos", junto con el Monasterio de Sera y el Monasterio de Drepung.
Llegamos aún a oscuras, "muertos de frío" y con todo el monte nevado. Y debido a la estrechez de la zigzagueante carretera de acceso, tuvimos que subir el último tramo de carretera en un mini-bus que nos iba trasladando por grupos. Mientras amanecía, y para recuperar el calor corporal desayunamos en el restaurante del monasterio unas tazas de thugpa y una tetera de las grandes, de cha ngamó.
Y comenzamos la kora con la intención nuevamente de colarnos. Las vistas eran espectaculares sobre el Valle del río Kyi-chu (o río de Lhasa). Seguimos por la estrecha senda la fila de peregrinos, pasando pequeñas capillas enclavas en la montaña llena de Tarchong ( líneas de banderines de colores), algunas con grietas donde son depositadas pequeñas ofrendas religiosas (tsha-tshas), una pequeña Ermita, Tsongkhapa, con varias imágenes, rocas talladas con inscripciones o mantras (manis) de colores, donde todos se postran respetuosamente, una pequeña zona destinada a despedazar los cuerpos de los fallecidos (dürtro) por los Rogyapas para ser comido por las aves, como manda hacer la tradición, y donde algunos peregrinos ruedan por el suelo para liberarse de los pecados, y entramos por un lateral al interior de este enorme complejo, de construcción tibetana escalonada.
El templo está compuesto por más de 50 estructuras. Entre las salas más interesantes destaca el Salón Principal de Asambleas (Coqen), el Salón de Sutra, en la primera planta, que es tan grande que podría contener unos 3.000 Lamas, y se separa en otras tres, en las que hay imágenes de Buda Maitreya y del maestro Tsong Khapa, además el monasterio conserva algo de sus restos y su tumba. En su pared posterior hay una enorme piedra que, según dicen, ha volado desde la India!. El monasterio posee dos Colegios tántricos (Zhacang), el Xaze y el Jamze. Ambas abarcan una superficie de casi 1000 metros cuadrados para albergar celebraciones de hasta 1500 lamas. Sus nueve patios son utilizados como lugares para debatir los sutras todos los días, así como realizar las Ceremonias de la llegada de las 4 estaciones. Además de los 95 Estupas de Santos, este monasterio alberga también raras reliquias culturales muy bien conservadas, como una armadura de la dinastía Qing, con joyas y grabados en cuatro tipos de caracteres, exquisitos tapices de la provincia de Jiangsu, Sutras escritos en oro conocida como la Super-clase de Reliquias Culturales Nacional, y una serie de Thangkas pintados con 16 Arhats y los Cuatro Reyes Celestiales. Todos estos son impresionantes obras de arte.
Durante varios días intentamos ir al Lago Nan-tso, pero nos dijeron que había mucha nieve, la carretera estaba bastante difícil para transitar, y por todo ello nos cobraban muchísimo para ir en jeep. Tampoco encontrado turistas que se apuntaran para compartir gastos. Mientras, Luisma había llegado de su ruta, de la ciudad de Shigatse, y nos comunicaba que no había tenido ningún problema con los controles policiales. Por lo tanto, comenzábamos a perfilar el trayecto a realizar los próximos días. Seguiríamos, pues, disfrutando de Lhasa, sus gentes, sus comidas, sus teterías y las continuas visitas a Bharkor y Jokhang.
Sentir constantemente ese olor tan característico a aceite de manteca de yak incinerado que se ofrenda dentro de los templos y monasterios a los miles de Budas, Taras, Lamas, o a viejas escrituras de miles de años de antigüedad, observar esas luces que se filtran a través de las ventanas iluminando el humo flotante del incienso que se quema lentamente en el sangkang (recipiente), caminar junto a cientos de peregrinos que en silenciosa fila van recorriendo todas las estancias, reverenciando con sus lámparas de manteca, colocando las bufandas de fibra (khatak), o donando un billete de 1 jiao, a cada figura..., todo esto, hace del escenario un lugar de extrema paz y tranquilidad... OMMM MANI PADME HUMMM.
Saliendo de Lhasa hacia el sur
19/11- A las 4:30 una guagua local nos lleva por la autopista del sur, cruza el rio Yarlung Tsampo y a través de una polvorienta carretera llena de baches y cortes por derrumbes se dirige hacia el pequeño pueblo Samye, situado en medio de un gran valle solitario de montes y dunas.
El temor a ser detenidos por la policía al no tener los permisos pertinentes para salirnos del itinerario desaparece tras un control y darnos cuenta que realmente ya a los extranjeros no se los inspeccionan. Las informaciones que algunas agencias intrusas, tanto chinas como nepalíes, escriben en foros como el de Lonely Planet de Asia son totalmente falsas. Al igual que la obligación de sacar permisos especiales que, evidentemente, ellos mismos lo tramitan y cobran. Nada de eso es cierto. Ya se puede atravesar todo el país y llegar hasta la frontera nepalí sin ellos.
El pequeño pueblo se va expandiendo muy rápidamente como consecuencia del incremento continuo de inmigrantes y turistas extranjeros que van pasando por aquí todos los veranos, en detrimento de las antiguas viviendas y el entorno, y la gran inversión económica que junto con los nuevos colonos chinos hacen peligrar la débil cultura tibetana del lugar. Aún así su gente continúa llevando una vida muy sencilla, practicando su cultura y costumbres antiguas.
El Monasterio de Samye, uno de los primeros construidos en Tibet, que da nombre al poblado, es un gran Mandala al natural en sí, una representación del cosmos, caracterizado por
una concéntrica configuración de formas geométricas, cada una de las cuales contiene una imagen o atributo de algún dios. El templo central (Ütse), representa el Monte Meru, rodeado de cuatro nuevos Chorten, rojo, negro, verde y blanco, destruidos en su momento por la Revolución Cultural China.
Al lado se encuentra el Monte Hepo, 400m, donde hay un pequeño templo mantenido por un amable monje, al que se llega mediante una estrecha senda, entre banderines de plegaria (Tarchog). Aparte del recibimiento tan cordial, vale la pena el esfuerzo para observar también la espléndida vista de todo el valle y el conjunto del Monasterio.
Un rápido cambio del azul cielo al gris oscuro, nuboso, condujo a una pequeña nevada en muy poco tiempo. Las sombras del monasterio allá abajo y de los montes cercanos, los cantos budistas del monje, el sonar del tambor, campanillas, y los olores de las lámparas de mantequilla de yak encendidas que emanaban del interior de la capilla, nos retuvo unas horas hasta que pasó la tormenta y descendimos al pueblo.
Ruta frustrada hacia el lago Yamdrok-tso
...(el de la forma de escorpión) a 4.488m de altitud.
21/11- Nuestro plan era llegar hasta Gyantse, por lo tanto nos bajaríamos del bus en la ciudad de Tsetan, y desde allí cogeríamos otro, que circula por la vieja carretera que va hacia el sur, y que asciende hasta el paso Kamba-la, 4.794m, desde donde se observa allá abajo, a varios centenares de metros, el maravilloso contorno turquesa del Lago Yamdrok-tso. Es muy poco transitada, y las continuas y extenuantes curvas hacen de él un peligroso paso para vehículos grandes.
En la estación de guaguas de Tsetan intentamos coger alguna otra en esa dirección, pero tras mucho preguntar tuvimos que desistir pues nadie sabía nada. Otra opción fue buscar algún camionero que transitase por esa carretera, pero al no hablar ni tibetano ni chino se nos hizo muy complicado entendernos. La única solución era, pues, regresar a Lhasa y desde allí conectar con otra hacia Shigatse. Vaya mierda de pendoneo!!.
Y una vez en la capital, nuevamente, nos topamos con las estúpidas maneras china. No nos querían vender en ventanilla el billete para salir, por ser extranjeros. Pero un individuo, compinchado, nos ofreció 2 tiques falsos, fuera de fecha, como única forma de poder partir. Y así lo tuvimos que hacer. Mochilas al maletero, salida a pie por la parte trasera de la estación y esperar en una esquina, a 100m de distancia, que nos recogieran... Sí, pensamos sobradamente que podíamos perder todas nuestras pertenencias y quedarnos botados como tontos engañados. Un riesgo que se asumió con todas las consecuencias, pues el caso era salir, de nuevo, de Lhasa.
La Autopista de la Amistad que llega casi hasta la frontera, una vez pasado el cruce del desvío hacia el aeropuerto se convierte en carretera de altísimos y cortantes riscos, vistas maravillosas, pero también algunas horribles, pues se realizaban obras de los nuevos tramos. Por la alocada conducción del chófer, en varias ocasiones temimos la posibilidad de despeñarnos al río en las zonas de tierra y piedras. Con todas las mochilas llenas de una gran polvareda llegamos sanos. De noche, pero llegamos.
Sólo hicimos noche para al día siguiente salir hacia Gyantse, pues nos quedaba tan sólo una semana para que concluyera el permiso de viaje y hay que tramitarlo obligatoriamente sólo unos días antes de la fecha de caducidad.
Al siguiente día un minibus nos llevó a escondidas entre los bártulos de los demás pasajeros, pues la mayoría no tienen permiso para transportar extranjeros pues eso les cuesta una multa si los cogen, pero "las necesidades" hace que se arriesguen. Pero no hubo ningún problema tras varios controles de carretera. Creo que algunos policías chinos corruptos también se dedican a putear a esta gente. ¿Mafia?
Habíamos recorrido algunos hotelitos locales y los precios eran bastante elevados para nuestro presupuesto. Afortunadamente topamos con un chino que nos llamó para enseñarnos su pequeño hotel. Tenía que haber sido antaño unos de los mejores, ahora en decadencia y sin clientes. Seríamos los únicos que estaríamos hospedados. Este hombre necesitaba ingresos, y nosotros un buen precio. Llegamos a un acuerdo económico muy bueno para nosotros.
Gyantse, situado a orillas del río Nyanghcu, tiene un precioso casco antiguo con una arquitectura tradicional tibetana que se extiende bajo un imponente escarpado. La construcción más importante es Palkhor Tsöde, en la ladera, rodeado por una larguísima muralla, alberga varios monasterios pertenecientes a diferentes escuelas. Situada en el centro del recinto se encuentra la dagoba Kumbum, construida en 1.497, con 7 plantas escalonadas concéntricas, 32m de altura, 77 capillas, y coronada con una cúpula dorada. Es el ejemplo único de las técnicas arquitectónicas tibetanas. Tiene una forma de mandala de tres dimensiones y representa el Monte Meru.
Una noche paseando por la ciudad vieja oímos música y gente cantar en el interior de una casa con luces de varios colores. Nada más acercarnos a la ventana un grupo de jóvenes salieron a nuestro encuentro con mucha curiosidad. Entre risas, bailes y licor local pasamos con ellos varias horas. Nos habían aceptado dentro de su grupo como si de vecinos tratásemos. Siempre nos quedó muy claro la amabilidad y la hospitalidad de los tibetanos. Ahora más patente que nunca. Bailes frente al televisor que repetía una y otra vez el único DVD de música, entre moderna y tradicional que tenían, pero de actualidad en ese momento.
25/11 - De vuelta a Shigatse, nuestra principal misión fue conseguir ampliar el permiso de viaje una semana más. Era sábado y hasta el lunes no abría la oficina del viajero independiente (F.I.T.) que se encarga de tramitar los permisos. Hubo que esperar, pues, hasta el lunes, por lo que nos quedaría tan sólo dos días para salir de Tibet si no lo podíamos conseguir, y nos encontrábamos bastante lejos de la frontera como para hacerlo en guagua, por lo que tendríamos que alquilar un jeep en una agencia, y esta opción saldría carísimo.
Situada a 260 km al oeste de Lhasa, esta "segunda ciudad", a 3.860mts de altitud, y en la confluencia del río Yarlung Tsamgpo, ha sido tradicionalmente la sede del Panchen Lama, el segundo jefe del budismo tibetano. El quinto gran Dalai Lama otorgó el título de Panchen Lama a su profesor del monasterio Tashilhumpo. Mientras que el Dalai Lama es considerado una reencarnación de la deidad tibetana Avalokiteshvara, se reverencia al Panchen (gran escolar) Lama como la reencarnación del Buda Amithaba y, por lo tanto, ocupa el lugar más destacado en la jerarquía celestial.
El Monasterio Tashilhunpo, fundado en 1.447 es una de las seis grandes instituciones Gelugpa (junto con Drepung, Sera, Ganden, Kumbum y Labrang). El edificio más importante (Maitreya) es una capilla de 30mt. de altura, construida en 1914 por el noveno Panchen Lama, guarda una estatua de 26m de altura de Maitreya (el Buda del futuro) realizada en oro, con un peso de 275kg. En el lado este del monasterio se encuentra el Palacio Gudong, antigua vivienda del Panchen Lama; un Hall principal con un trono del Panchen y dos capillas interconectadas, y el Hall de cantos tibetanos (Gyeni) con un patio donde se debaten los sutras entre una bonita arboleda, entre otros edificios.
Una noche paseando por la ciudad vieja oímos música y gente cantar en el interior de una casa con luces de varios colores. Nada más acercarnos a la ventana un grupo de jóvenes salieron a nuestro encuentro con mucha curiosidad. Entre risas, bailes y licor local pasamos con ellos varias horas. Nos habían aceptado dentro de su grupo como si de vecinos tratásemos. Siempre nos quedó muy claro la amabilidad y la hospitalidad de los tibetanos. Ahora más patente que nunca. Bailes frente al televisor que repetía una y otra vez el único DVD de música, entre moderna y tradicional que tenían, pero de actualidad en ese momento.
25/11 - De vuelta a Shigatse, nuestra principal misión fue conseguir ampliar el permiso de viaje una semana más. Era sábado y hasta el lunes no abría la oficina del viajero independiente (F.I.T.) que se encarga de tramitar los permisos. Hubo que esperar, pues, hasta el lunes, por lo que nos quedaría tan sólo dos días para salir de Tibet si no lo podíamos conseguir, y nos encontrábamos bastante lejos de la frontera como para hacerlo en guagua, por lo que tendríamos que alquilar un jeep en una agencia, y esta opción saldría carísimo.
Situada a 260 km al oeste de Lhasa, esta "segunda ciudad", a 3.860mts de altitud, y en la confluencia del río Yarlung Tsamgpo, ha sido tradicionalmente la sede del Panchen Lama, el segundo jefe del budismo tibetano. El quinto gran Dalai Lama otorgó el título de Panchen Lama a su profesor del monasterio Tashilhumpo. Mientras que el Dalai Lama es considerado una reencarnación de la deidad tibetana Avalokiteshvara, se reverencia al Panchen (gran escolar) Lama como la reencarnación del Buda Amithaba y, por lo tanto, ocupa el lugar más destacado en la jerarquía celestial.
El Monasterio Tashilhunpo, fundado en 1.447 es una de las seis grandes instituciones Gelugpa (junto con Drepung, Sera, Ganden, Kumbum y Labrang). El edificio más importante (Maitreya) es una capilla de 30mt. de altura, construida en 1914 por el noveno Panchen Lama, guarda una estatua de 26m de altura de Maitreya (el Buda del futuro) realizada en oro, con un peso de 275kg. En el lado este del monasterio se encuentra el Palacio Gudong, antigua vivienda del Panchen Lama; un Hall principal con un trono del Panchen y dos capillas interconectadas, y el Hall de cantos tibetanos (Gyeni) con un patio donde se debaten los sutras entre una bonita arboleda, entre otros edificios.
Realizar la Kora alrededor del Tashilumpo (aproximadamente una hora) entre los cientos de peregrinos que vienen de cualquier parte del país a ganarse más puntos para su Karma, las cantinas tradicionales donde se toma Bo Cha (té de manteca de Yak), Cha-ngamó (con leche de Yak), Chang (cerveza local), Thuk-pa ( sopa de fideos gordos tibetanos con carne de Yak), Momos (pequeñas empanadillas al vapor rellenas de carne de yak o verdura), y los interminables paseos por los barrios antiguos fue la incansable rutina diaria.
En medio del pueblo y en un alto montículo se está reconstruyendo la fortaleza Samdrubtse Dzong (s.XVII), antigua residencia de los reyes y gobernadores Tsang, destruida totalmente por la Revolución Cultural, y de notable parecido al Palacio Potala en Lhasa, pues se dice que sirvió de modelo para su construcción.
Conseguido!! Visado para 10 días más...
28/11- Se agotaban los días y temíamos no poder obtenerlo, pues el lunes no hubo electricidad y no funcionaban los ordenadores, y el martes estuvo toda la mañana igual. Esperábamos en la cantina de la calle tomando más Cha-ngamó con los nervios engullendo nuestra paciencia y rodeados de gente con las que mediante gesticulaciones nos comunicábamos. Única manera de pasar el tiempo sin pensar en el problema que se nos venía encima si pasaba otro día. El 30 teníamos que abandonar el país. Y por el sur, mediante vehículo de alquiler, directo a la frontera. Que calamidad. Nos quedaríamos a mitad...!!
Voilà, por la tarde se encendieron las luces del bar... Guasss, corriendo fuimos a la oficina. Una amable representante del gobierno chino nos dió toda la documentación a rellenar. 130R por la extensión de 10 días + 100R por tasas (a la pobre Jessi le tocaba pagar 460R por ser "americana"... Pero tras una larga insistencia por nuestra parte en lo absurdo de ese "impuesto revolucionario", la funcionaria cede ante nosotros y lo elimina). Así que, el visado concedido!!. Alivio. Calma. Relax.
La tarde anterior llegaron al hostal (Tezin Hotel) donde nos quedábamos, Julián y Jennifer, una pareja de franceses, que tenían intención de aproximarse a la base del Everest en caballo. Tras intercambiar diferentes informaciones obtenidas fuimos a la estación de bus para asegurarnos que los extranjeros pueden viajar hacia el sur sin ningún tipo de impedimentos. Mientras unos nos decían que si, otros nos decían NO.
Al día siguiente, desde muy temprano, la estación de bus de la ciudad estaba llena de gente intentando coger las guaguas con diferentes destinos. El conductor nos indica que debemos ponernos en la parte trasera e intentar pasar lo mas desapercibido posible. Aún es de noche, y taparnos la cabeza con una gorra es lo único que se nos ocurre.
No tardamos mucho en salir dirección Sakya, y a los 5km, un control policial detuvo la guagua. Un agente husmeó en el interior, se fijó en nosotros, pero no dijo nada. Continuamos pues el trayecto, cruzamos dos puertos de montaña (4.500mt. y 4.950mt.), y al fondo, bajo un azuladísimo cielo, se veía radiante la cima del Everest. Los franceses miraban boquiabiertos. La estampa era más que fascinante.
Tras 127km. un desvío en la autopista lleva por una carretera secundaria de 25km a Sakya, un pueblo que ocupa un importante lugar en la historia tibetana. Todo está completamente seco, y el contraste de sus edificaciones se va haciendo patente mientras nos vamos aproximando al destino. Se trata de viviendas grises con rayas verticales blancas y rojas (en contraste con las del resto del país), "bañadas" en brillantísima cal blanca. Lo compone dos monasterios y un pequeño poblado, a 4.280mt., en medio de un inmenso valle sin apenas vegetación. El que está situado más al sur fue construido en 1073, naciendo también una nueva orden: la escuela Sa'gyapa. Los abades de Sakya, en cierto modo, fueron los predecesores de los Dalai Lamas. El del norte, construido en 1268 sobre la base de la montaña Trum-chu, con cerca de 5.000mt. de altura, fue destruido casi por completo por la Revolución Cultural. Los deslizamientos de tierras han hecho el resto. Solo queda un pequeño templo y una stupa.
El Monasterio de Sakya, asiento principal de la orden de Kagyupa, con altísimas paredes, posee la biblioteca budista más grande en el mundo, antes de la Revolución Cultural fue uno de los monasterios mas grande de Tibet. Diseñado defensivamente tiene torres de vigilancia en cada esquina, pudiéndose transitar sobre sus muros. De entre los dos monasterios que en su tiempo se eregían, el único que sobrevivió es el antiguo edificio Lhakang Chempo (o Sibgon Trulpa). Originalmente, una cueva en la ladera de la montaña, construida en 1268 por Ponchen Sakya Sangpo en 1268 y restaurada en el s.XVI, contiene algunas de las más hermosas obras de arte del Tíbet, que no parece haber sido dañado. El conjunto del Gompa mide más de 18.000m2, mientras que la gran sala principal puede tener unos 6.000m2.
Dejamos las mochilas en una habitación para cuatro, de un pequeño hotel familiar que encontramos, y caminamos por sus anchas callejuelas, examinando los alrededores, y siempre con esa gran montaña de fondo. Lo primero fue subir al destruido monasterio. Bordeando la montaña se llega a otro más pequeño, de altos muros. Es así como se hace la Kora en Sakya. Para luego bajar hacia la parte antigua, de estrechas callejuelas, que tiene un especial encanto.
Al día siguiente pasamos toda la mañana dentro del gran monasterio, recorriendo sus capillas humeantes resultante del aceite de manteca de Yak, recorrimos pasillos, pasamos frente a las habitaciones de los monjes, y charlamos con ellos en el patio central. Al atardecer, el embrujo de la montaña me hace escalarla por las veredas marcadas a través de los demolidos templos. Pero debía hacer muchísimas paradas. Cada vez que avanzaba, tras un ligero descanso, el agotamiento se incrementaba. Patear a 4.500mt., sin mucho oxígeno en el aire, no es sencillo si la subida es tan pronunciada. Pero las vistas justificaban el esfuerzo. En la cima, dos impresionantes vertientes: de un lado, Sakya y su enorme monasterio en el gran valle, al otro, un seco río que separa otra enorme conjunto de montañas, muy desgarradas por las lluvias, los vientos y el calor, y algunas pequeñas aldeas de dos o tres casitas. El viento era tan fuerte allá arriba, que daba miedo alongarse en el precipicio. Lo más inverosímil es que en esa cima hubo una pequeña construcción de piedras, que probablemente se usó como lugar de retiro.
Aunque a este poblado vienen muy pocos extranjeros, intentan cobrar siempre el doble en todo. Para salir, se puede hacer en bus, taxi o acordar un precio con algún local que tenga vehículo. En una de mis incursiones solitarias por los alrededores contacté con uno que jugaba al billar, casi el deporte nacional de los jóvenes tibetanos. Por 100R, saldríamos a primera hora de la mañana siguiente. Pero mis amiguitos habían oído que una guagua salía a las 10, y preferían tomarla. Pasamos la última noche en un bareto local, oyendo a los paisanos cantar en el karaoke, mientras bebíamos Cha-gamó y charlábamos con otros.
Lhatse
1/12 - Amanecieron los cristales de las ventanas completamente escarchados. Había hecho mucho frío esa noche. Como igual de frío nos quedamos cuando el conductor del bus nos dijo que no nos llevaba, compinchado con los taxistas del pueblo. Incluso el bus de Shigatse a Lhatse, ya estaba prevenido, y tampoco nos llevaba. Y el de Lhasa nos propuso un precio altísimo, por lo que tuvimos que dejarlo ir. Y es que en Tibet hay de andar con mucho sigilo a la hora de moverse. Nunca se debe mostrar apuros, ni prisas, unas formas que no supieron controlar esta vez mis compañeros de viaje. Par de horas mas tarde, tras muchas discusiones, tomamos un taxi, obligados por las circunstancia, pagando por el trayecto que nos costaría 152R. El taxista se salió con la suya, y consiguió que no fuéramos en bus, sino con él, en su destartalado vehículo, los 55km. hasta Lhatse, nuestro próximo destino. Supongo que esa tarde habría fiesta entre los amiguetes del transporte a nuestra costa en cualquier bar.
Nos dejó junto a la plaza en el momento de máximo apogeo, pues el mercadillo estaba a tope, y justo cuando el bus, que se dirige hacia la frontera con Nepal, hacía su parada de media hora para el almuerzo. Éramos el auténtico centro de atracción del lugar. Todos nos miraban extrañamente mientras caminábamos en busca de un lugar donde hospedarnos.
En esta pequeña ciudad hay muy poco que ver. Está bastante sucia. Ningún hotel tiene duchas. Alrededor de la plaza principal se encuentran unas pocas tiendas, un local de limpieza de ropa, varios cibers y un Karaoke junto a un local para duchas calientes que hace también de peluquería. En el mercado local, casi todos son chinos, es pequeño, pero se encuentra prácticamente de todo. No está nada mal para pasar solamente par de días. Algunas teterías de comidas económicas, como Thugpa y Chan-ngamo, son lugares de reunión de los locales para charlar alrededor de un fino tubo que hace de chimenea y que sale de una vetusta estufa. El resto de la tarde transcurrió tomando más te y controlando el paso de las guaguas hacia el sur. El que va a la frontera pasa cada dos días. Los franceses que tienen prisa por llegar a su destino se desesperan porque el conductor pedía una astronómica cantidad por llevarlos. Pasa otra guagua y tampoco los quieren llevar. Hay que ser muy astuto a la hora de coger el bus y saber presentarse al conductor. Quizás tantos viajeros desesperados anteriormente, que hayan pagado lo que fuera por viajar, han abierto los ojos a estos individuos para hacerse el gran negocio con los turistas.
El día siguiente lo empleamos en pasear por los alrededores. Hay varios pequeños poblados donde no habita ningún chino. Son todos agricultores o pastores locales. Aquí también la vida se lleva muy relajadamente.
A 10km se encuentran varios templos muy antiguos que vale la pena visitar, y hay unas interesantes rutas que se pueden realizar a pié muy cómodamente.
Shegar (o el Nuevo Tingry)
3/12 - Tras varios intentos de salir en vehículo, en camiones o en varias guaguas, desde primera hora de la mañana, al final consigo convencer al conductor de un minibus que iba a Tingri, para que nos lleve, tras un disputado regateo. De 450R que me pedían solo pude rebajarles hasta 350R. Carísimo, pero no teníamos otra salida ya que por mi parte se me agotaba los yuanes y no hay cajeros por los alrededores.
Tras pasar un control policial, sin problema, y cruzar el puerto de montaña Gyatso-la de 5.220mt., donde por ser sagrado todos los pasajeros lanzaban al aire papelillos de colores con rezos escritos -al grito de Sou, Sou, Sou...!-, el bus paró en Shegar. Ahí bajaron todos los pasajeros. Le preguntamos al conductor y nos dijo que eso era Tingri. Y ahí comenzó una lucha diabólica por mi parte, ya que eso no era lo que habíamos convenido. Nosotros habíamos hablado de ir a esa ciudad, pero nos decían que no, que el bus no continuaba y regresaba a Lhatse. Que mal rollo!!. Con picardía, y mientras el grupo pedía explicaciones, subí al techo y bajé todas nuestras mochilas. Perfecto, ya teníamos nuestras pertenencias. En ese momento jugábamos más a nuestro favor. Ofrecimos pagar sólo 30R cada uno, el precio real que marcaba el tique de viaje. Casi hora y media de discusión y el tiempo corría también a nuestro favor. La gente se amontonaban cada vez más. La curiosidad hizo formar un gran círculo donde nosotros éramos los protagonistas. Pero ellos tenían que regresar. Decidido. Nos quedamos. Durante esa espera estuve leyendo algo en L.P., y me pareció un sitio muy interesante para visitar. No podía dejar pasar esta oportunidad. Al final no dicen que nos llevan a Tingri, pero no les creí. Podía ser una trampa y no quería que nos engañasen "como a chinos". De esto ya vengo de vuelta. Y se fueron, pero gesticulando, creo que insultando a su manera. Si lo sentía, tan solo era por los próximos viajeros que se encontrase con esta gente, pero ya estábamos hasta las narices de tantos "capullos".
Pero lo cierto es que anteriormente se llamaba Shegar, pero los chinos tras la construcción de nuevos edificios frente a la parte vieja, tras el río, le han cambiado el nombre por Nuevo Tingri. Y esto era a lo que se referían los del bus!!.
Situada a 7km saliendo de la autopista, este pequeño poblado parece no haber avanzado desde hace cientos de años. Los lugareños se mueven por los alrededores mediante ponnies o carretas tiradas por los mismos. Y en él se encuentra el Monasterio Shegar Chöde, que es una pequeña institución Gelugpa, construida en 1269, sobre la falda de un alto monte, que se accede por un sendero empedrado. Una serpenteante muralla defensiva rodea las ruinas del Fuerte de Cristal que se asienta sobre el mismo, ofreciendo una extraordinaria vista sobre el poblado a sus pies. La Kora alrededor de la montaña comienza por la parte trasera, una zona muy abrupta y peligrosa, y que en 2 o 3 horas la realizan cientos de peregrinos de todas las edades. Ver la puesta de sol desde el monasterio es indescriptible, sobre todo, como me ocurrió cuando coincidía con la subida de una blanquísima luna llena. Al fondo, el pico Everest.
Continúan los problemas en Tingri
6/12 - Nos habíamos levantado a las 5:30 de la mañana, hacía bastante frío, ya que estábamos a casi 4.000mt. de altitud. La noche pasada había dos guaguas aparcadas junto al hostal, que iban a salir a primera hora del pueblo, según los conductores. Pero, una de ellas ya se había ido, y la otra estaba a punto de salir. Julián intenta entenderse con el conductor, pero éste iba dirección Shigatse. Así que, la única forma de salir de ahí era que nos llevasen hasta el cruce y desde allí esperar por otra para continuar el trayecto programado. Nos cobraron 10R a cada uno por solo 7km. A partir de ahí nos esperaba otros 60Km. hasta Tingri (Old Tingri, también). Justo en ese cruce hay varias casas de Te, y en una de ellas, donde nos acogieron antes de abrir la familia que en el interior dormía, nos quedamos a la espera de otro bus que nos quisiera llevar. Todos desayunamos fideos, y mientras esperábamos algun medio de transporte nos bebimos varios termos de Cha-ngamó.
Casi 3 horas y no pasaba ninguno. Jessica jugaba al frezebee con varios nómadas que también esperaban por transporte, y veían por primera vez ese platillo volador. El dueño del bar nos ofreció, aprovechando que tenía que llevar unas pieles de yak y unas herramientas al siguiente poblado, transportarnos en un pequeño remolque tirado por un moto-tractor de labrar. La única condición que nos puso fue que saliéramos caminando 2km fuera del poblado.
El carruaje salió algo más tarde que nosotros con nuestras mochilas tapadas, nos pasó y allí mas tarde nos esperaba. A una velocidad de no más de 40Km/h, y tras pasar un control policial donde el conductor pagó, pienso yo, un soborno, los diferentes preciosos parajes iban sucediéndose mientras nos cruzábamos con varios carros tirados por ponnies, y un jeep policial, únicos vehículos que por ahí circulaban. Tras 2 horas de incomodísimo transporte y muchísimo frío llegamos a Tingri.
Unas vueltas por el poblado y con poco que ver nos hace decidir que solo pasaremos una noche. Desde aquí las maravillosas vistas del Himalaya hace de este poblado un lugar ideal para detenerse al menos un día cuando se viene de Nepal y prepararse para los cambios de altitud en dirección Lhasa, y al ser un sitio de paso fijo de turistas, los precios doblan por todo. Sus gentes son muy amables, y sus casas con anchos muros de piedras están pintadas en blanco. Los franceses estuvieron preguntando afanosamente por todo el poblado la posibilidad de alquilar dos caballos para viajar hasta el campamento base del Everest.
Solamente pasa un bus dirección hacia la frontera cada día a las 14:30. Nuestra duda es... ¿habrá esta vez sitio para nosotros dos?
Al día siguiente, esperábamos en una tetería resguardándonos del fuerte viento. De vez en cuando salíamos a controlar preguntando a varios conductores de camiones, o de coches, la posibilidad de viajar con ellos pero unos que no nos llevaban y otros las cantidades que pedían nunca bajaban de los 500R. Nos quedaba muy poco dinero. Con casi una hora de retraso, mientras un vendaval de viento y polvo empujaban bruscamente hasta las cabras llegó un mini bus chino dirección la frontera. Varios paisanos se apilaron en la puerta, pero solo nos permitieron a nosotros dos subir. El resto quedó fuera. Todos los asientos estaban ocupados y debíamos viajar de pie. Nada más entrar nuestra alegría quedó interrumpida en el momento en que comenzó la lucha por el precio del viaje. Llegaron incluso a parar la guagua, abrir la puerta para que nos bajáramos haciendo amagos de tirar nuestras mochilas a la carretera. Tuvimos que rogar y aparentar desdichados viajeros. Guchi, guchi!! (por favor!!) decía Jessi con cara de "mucha pena". Y yo arengando más a los pasajeros para que nos ayudaran presionando a la cobradora. Los pasajeros llegaron incluso a increparlos. De 400R solo pudimos rebajarlo a 300R. Al menos ya no nos quedábamos otro día más esperando por el próximo medio de transporte, tentando nuevamente a la suerte, o a la mala. Tan solo nos quedaban dos días de visado. Esta vez hemos sido nosotros los que entramos en esta rueda mafiosa, y sin otra opción.
Pasamos dos puertos de montañas de más de 5.100mt., y las vistas de parte de la cordillera del Himalaya fueron las más espectaculares que jamás haya visto en mi vida.
A 300m de Nyalam el bus se detuvo para hacernos bajar. Hay un control policial fijo a la entrada del pueblo. Caminando nos dirigimos pensando que no se creerían que veníamos así de Tingri. Y pasamos nuevamente sin ningún tipo de problema, lo que deduzco que se han inventado muchísimas historias, por intereses económicos, las agencias de viajes tanto de Nepal como de Tibet sobre los rigurosos controles policiales en todo el país. Incluso en el Foro de Lonely Planet entran haciéndose pasar por viajeros que han sufrido represalias por no tener papeles. Lo cierto es que se puede viajar sin permisos. La mafia china se reparte un suculento botín por los trámites del visado para entrar en Lhasa, desde Nepal, un sello en un papel que nunca es en el pasaporte. Sin embargo, desde China se puede entrar con el visado chino en el pasaporte, pero desde Nepal, no.
Fue Nyalam, el último lugar de nuestra ruta. Mientras entrábamos en el pueblo una anciana que traía un Yak de pastar, y lo llevaba a su casa, se acercó a nosotros. Con señas nos dijo que la siguiéramos, que tenía un lugar para nosotros. Por 10R, nos quedamos en dos sillones del salón de la casa junto a su nieto. Galletas, te, caramelos. No hay nada como "el calor" de una abuela. Ella tampoco tiene ducha. Debemos hacerlo en los bajos de un restaurante chino que tiene varias duchas para alquilar. Esa noche, cubiertos bajo varios kilos de mantas, pasamos la mejor de todo el viaje.
Al día siguiente Jessi quería visitar la Cueva de Milarepa, un budista místico, compositor de canciones que vivió durante 6 años (entre el siglo XI y XII), en esa cueva, meditando, y renunciando a toda forma de lujos, vistiendo trozos de algodón y alimentándose de raíces y semillas, en el decadente poblado Gangka a 10km., y que el día anterior habíamos pasado en bus. Pero nadie nos quiso llevar. Ni tan siquiera varios turistas chinos que tenían sitio en sus todo-terreno. Ni camiones, de chinos, ni coches particulares. Todos hacían gestos con la mano, que no nos llevaban. Cinco horas caminando, ida y vuelta, bajo un tremendo frío, viento y polvareda. Nadie se compadeció de nosotros al vernos sufriendo el recorrido. No podía esperar otra cosa de los chinos.
El valle de Kathmandú
9/12 - Llega el final. A las 8:30 esperábamos transporte hasta la frontera. Varias furgonetas taxi hacen diariamente los trayectos de 30km, pero esta mañana parece que nadie vaya a bajar. Un taxista chino nos lleva hasta allá, claro, cobrándonos el doble, ya que desconocíamos el precio. El último almuerzo, un dhal bhat, lo hacemos en un bareto chino cuyo empleado es nepalí. Ya nos llega los recuerdos de los curries. Estamos a muy pocas horas de abandonar Tibet y tengo un poco de nostalgia, frustración y rabia contenida. Lo que prometía ser una aventura llena de sorpresas inesperadas pasó a ser sorpresas amargas.
Tras la oportuna entrega de pasaportes y la hoja de papel sellado, el de Jessi queda retenido durante un largo tiempo. Dudas, asombro, y empezamos a pensar de todo. Al final nos lo devuelven y traspasamos las abarrotadas verjas que separan ambos países. Cientos de nepalíes regresan cargados de mantas y cantidad de artículos chinos, muchos de los cuales son requisados en aduana nepalí. Otros 20$ y concedido el visado nepalí por 2 meses, aunque estoy tan solo a dos semanas de acabar mi ruta.
Sin apenas tiempo para pasear entre la cantidad de bares y tiendas del lado nepalí, todos completamente deteriorados, corremos tras un bus que sale de la cochambrosa y polvorienta estación dirección Kathmandú. Aunque indicaba express, hizo muchísimas paradas. A través de los cristales, la inmensa franja del Himalaya, en un despejadísimo día, se apreciaba allá al fondo. Parece mentira que hayamos pasado a través de esas montañas.
Una de esas tantas paradas fue Dhulikhel, donde me bajé para pasar varios días. Mi amiga Jessi continuaba hasta la capital. Antiguo poblado newari, me han parecido muy interesantes sus viejas callejuelas y edificaciones. Me quedé en el hostal Nawarangu, un lugar encantador, algo viejo, muy, muy familiar, y donde diversos artistas exponen sus trabajos de pinturas o esculturas en el salón de la casa. Es un lugar idóneo para patear durantes algunas horas, o durante varios días por los pueblos que lo rodean.
En medio del pueblo y en un alto montículo se está reconstruyendo la fortaleza Samdrubtse Dzong (s.XVII), antigua residencia de los reyes y gobernadores Tsang, destruida totalmente por la Revolución Cultural, y de notable parecido al Palacio Potala en Lhasa, pues se dice que sirvió de modelo para su construcción.
Conseguido!! Visado para 10 días más...
28/11- Se agotaban los días y temíamos no poder obtenerlo, pues el lunes no hubo electricidad y no funcionaban los ordenadores, y el martes estuvo toda la mañana igual. Esperábamos en la cantina de la calle tomando más Cha-ngamó con los nervios engullendo nuestra paciencia y rodeados de gente con las que mediante gesticulaciones nos comunicábamos. Única manera de pasar el tiempo sin pensar en el problema que se nos venía encima si pasaba otro día. El 30 teníamos que abandonar el país. Y por el sur, mediante vehículo de alquiler, directo a la frontera. Que calamidad. Nos quedaríamos a mitad...!!
Voilà, por la tarde se encendieron las luces del bar... Guasss, corriendo fuimos a la oficina. Una amable representante del gobierno chino nos dió toda la documentación a rellenar. 130R por la extensión de 10 días + 100R por tasas (a la pobre Jessi le tocaba pagar 460R por ser "americana"... Pero tras una larga insistencia por nuestra parte en lo absurdo de ese "impuesto revolucionario", la funcionaria cede ante nosotros y lo elimina). Así que, el visado concedido!!. Alivio. Calma. Relax.
La tarde anterior llegaron al hostal (Tezin Hotel) donde nos quedábamos, Julián y Jennifer, una pareja de franceses, que tenían intención de aproximarse a la base del Everest en caballo. Tras intercambiar diferentes informaciones obtenidas fuimos a la estación de bus para asegurarnos que los extranjeros pueden viajar hacia el sur sin ningún tipo de impedimentos. Mientras unos nos decían que si, otros nos decían NO.
Al día siguiente, desde muy temprano, la estación de bus de la ciudad estaba llena de gente intentando coger las guaguas con diferentes destinos. El conductor nos indica que debemos ponernos en la parte trasera e intentar pasar lo mas desapercibido posible. Aún es de noche, y taparnos la cabeza con una gorra es lo único que se nos ocurre.
No tardamos mucho en salir dirección Sakya, y a los 5km, un control policial detuvo la guagua. Un agente husmeó en el interior, se fijó en nosotros, pero no dijo nada. Continuamos pues el trayecto, cruzamos dos puertos de montaña (4.500mt. y 4.950mt.), y al fondo, bajo un azuladísimo cielo, se veía radiante la cima del Everest. Los franceses miraban boquiabiertos. La estampa era más que fascinante.
Tras 127km. un desvío en la autopista lleva por una carretera secundaria de 25km a Sakya, un pueblo que ocupa un importante lugar en la historia tibetana. Todo está completamente seco, y el contraste de sus edificaciones se va haciendo patente mientras nos vamos aproximando al destino. Se trata de viviendas grises con rayas verticales blancas y rojas (en contraste con las del resto del país), "bañadas" en brillantísima cal blanca. Lo compone dos monasterios y un pequeño poblado, a 4.280mt., en medio de un inmenso valle sin apenas vegetación. El que está situado más al sur fue construido en 1073, naciendo también una nueva orden: la escuela Sa'gyapa. Los abades de Sakya, en cierto modo, fueron los predecesores de los Dalai Lamas. El del norte, construido en 1268 sobre la base de la montaña Trum-chu, con cerca de 5.000mt. de altura, fue destruido casi por completo por la Revolución Cultural. Los deslizamientos de tierras han hecho el resto. Solo queda un pequeño templo y una stupa.
El Monasterio de Sakya, asiento principal de la orden de Kagyupa, con altísimas paredes, posee la biblioteca budista más grande en el mundo, antes de la Revolución Cultural fue uno de los monasterios mas grande de Tibet. Diseñado defensivamente tiene torres de vigilancia en cada esquina, pudiéndose transitar sobre sus muros. De entre los dos monasterios que en su tiempo se eregían, el único que sobrevivió es el antiguo edificio Lhakang Chempo (o Sibgon Trulpa). Originalmente, una cueva en la ladera de la montaña, construida en 1268 por Ponchen Sakya Sangpo en 1268 y restaurada en el s.XVI, contiene algunas de las más hermosas obras de arte del Tíbet, que no parece haber sido dañado. El conjunto del Gompa mide más de 18.000m2, mientras que la gran sala principal puede tener unos 6.000m2.
Dejamos las mochilas en una habitación para cuatro, de un pequeño hotel familiar que encontramos, y caminamos por sus anchas callejuelas, examinando los alrededores, y siempre con esa gran montaña de fondo. Lo primero fue subir al destruido monasterio. Bordeando la montaña se llega a otro más pequeño, de altos muros. Es así como se hace la Kora en Sakya. Para luego bajar hacia la parte antigua, de estrechas callejuelas, que tiene un especial encanto.
Al día siguiente pasamos toda la mañana dentro del gran monasterio, recorriendo sus capillas humeantes resultante del aceite de manteca de Yak, recorrimos pasillos, pasamos frente a las habitaciones de los monjes, y charlamos con ellos en el patio central. Al atardecer, el embrujo de la montaña me hace escalarla por las veredas marcadas a través de los demolidos templos. Pero debía hacer muchísimas paradas. Cada vez que avanzaba, tras un ligero descanso, el agotamiento se incrementaba. Patear a 4.500mt., sin mucho oxígeno en el aire, no es sencillo si la subida es tan pronunciada. Pero las vistas justificaban el esfuerzo. En la cima, dos impresionantes vertientes: de un lado, Sakya y su enorme monasterio en el gran valle, al otro, un seco río que separa otra enorme conjunto de montañas, muy desgarradas por las lluvias, los vientos y el calor, y algunas pequeñas aldeas de dos o tres casitas. El viento era tan fuerte allá arriba, que daba miedo alongarse en el precipicio. Lo más inverosímil es que en esa cima hubo una pequeña construcción de piedras, que probablemente se usó como lugar de retiro.
Aunque a este poblado vienen muy pocos extranjeros, intentan cobrar siempre el doble en todo. Para salir, se puede hacer en bus, taxi o acordar un precio con algún local que tenga vehículo. En una de mis incursiones solitarias por los alrededores contacté con uno que jugaba al billar, casi el deporte nacional de los jóvenes tibetanos. Por 100R, saldríamos a primera hora de la mañana siguiente. Pero mis amiguitos habían oído que una guagua salía a las 10, y preferían tomarla. Pasamos la última noche en un bareto local, oyendo a los paisanos cantar en el karaoke, mientras bebíamos Cha-gamó y charlábamos con otros.
Lhatse
1/12 - Amanecieron los cristales de las ventanas completamente escarchados. Había hecho mucho frío esa noche. Como igual de frío nos quedamos cuando el conductor del bus nos dijo que no nos llevaba, compinchado con los taxistas del pueblo. Incluso el bus de Shigatse a Lhatse, ya estaba prevenido, y tampoco nos llevaba. Y el de Lhasa nos propuso un precio altísimo, por lo que tuvimos que dejarlo ir. Y es que en Tibet hay de andar con mucho sigilo a la hora de moverse. Nunca se debe mostrar apuros, ni prisas, unas formas que no supieron controlar esta vez mis compañeros de viaje. Par de horas mas tarde, tras muchas discusiones, tomamos un taxi, obligados por las circunstancia, pagando por el trayecto que nos costaría 152R. El taxista se salió con la suya, y consiguió que no fuéramos en bus, sino con él, en su destartalado vehículo, los 55km. hasta Lhatse, nuestro próximo destino. Supongo que esa tarde habría fiesta entre los amiguetes del transporte a nuestra costa en cualquier bar.
Nos dejó junto a la plaza en el momento de máximo apogeo, pues el mercadillo estaba a tope, y justo cuando el bus, que se dirige hacia la frontera con Nepal, hacía su parada de media hora para el almuerzo. Éramos el auténtico centro de atracción del lugar. Todos nos miraban extrañamente mientras caminábamos en busca de un lugar donde hospedarnos.
En esta pequeña ciudad hay muy poco que ver. Está bastante sucia. Ningún hotel tiene duchas. Alrededor de la plaza principal se encuentran unas pocas tiendas, un local de limpieza de ropa, varios cibers y un Karaoke junto a un local para duchas calientes que hace también de peluquería. En el mercado local, casi todos son chinos, es pequeño, pero se encuentra prácticamente de todo. No está nada mal para pasar solamente par de días. Algunas teterías de comidas económicas, como Thugpa y Chan-ngamo, son lugares de reunión de los locales para charlar alrededor de un fino tubo que hace de chimenea y que sale de una vetusta estufa. El resto de la tarde transcurrió tomando más te y controlando el paso de las guaguas hacia el sur. El que va a la frontera pasa cada dos días. Los franceses que tienen prisa por llegar a su destino se desesperan porque el conductor pedía una astronómica cantidad por llevarlos. Pasa otra guagua y tampoco los quieren llevar. Hay que ser muy astuto a la hora de coger el bus y saber presentarse al conductor. Quizás tantos viajeros desesperados anteriormente, que hayan pagado lo que fuera por viajar, han abierto los ojos a estos individuos para hacerse el gran negocio con los turistas.
El día siguiente lo empleamos en pasear por los alrededores. Hay varios pequeños poblados donde no habita ningún chino. Son todos agricultores o pastores locales. Aquí también la vida se lleva muy relajadamente.
A 10km se encuentran varios templos muy antiguos que vale la pena visitar, y hay unas interesantes rutas que se pueden realizar a pié muy cómodamente.
Shegar (o el Nuevo Tingry)
3/12 - Tras varios intentos de salir en vehículo, en camiones o en varias guaguas, desde primera hora de la mañana, al final consigo convencer al conductor de un minibus que iba a Tingri, para que nos lleve, tras un disputado regateo. De 450R que me pedían solo pude rebajarles hasta 350R. Carísimo, pero no teníamos otra salida ya que por mi parte se me agotaba los yuanes y no hay cajeros por los alrededores.
Tras pasar un control policial, sin problema, y cruzar el puerto de montaña Gyatso-la de 5.220mt., donde por ser sagrado todos los pasajeros lanzaban al aire papelillos de colores con rezos escritos -al grito de Sou, Sou, Sou...!-, el bus paró en Shegar. Ahí bajaron todos los pasajeros. Le preguntamos al conductor y nos dijo que eso era Tingri. Y ahí comenzó una lucha diabólica por mi parte, ya que eso no era lo que habíamos convenido. Nosotros habíamos hablado de ir a esa ciudad, pero nos decían que no, que el bus no continuaba y regresaba a Lhatse. Que mal rollo!!. Con picardía, y mientras el grupo pedía explicaciones, subí al techo y bajé todas nuestras mochilas. Perfecto, ya teníamos nuestras pertenencias. En ese momento jugábamos más a nuestro favor. Ofrecimos pagar sólo 30R cada uno, el precio real que marcaba el tique de viaje. Casi hora y media de discusión y el tiempo corría también a nuestro favor. La gente se amontonaban cada vez más. La curiosidad hizo formar un gran círculo donde nosotros éramos los protagonistas. Pero ellos tenían que regresar. Decidido. Nos quedamos. Durante esa espera estuve leyendo algo en L.P., y me pareció un sitio muy interesante para visitar. No podía dejar pasar esta oportunidad. Al final no dicen que nos llevan a Tingri, pero no les creí. Podía ser una trampa y no quería que nos engañasen "como a chinos". De esto ya vengo de vuelta. Y se fueron, pero gesticulando, creo que insultando a su manera. Si lo sentía, tan solo era por los próximos viajeros que se encontrase con esta gente, pero ya estábamos hasta las narices de tantos "capullos".
Pero lo cierto es que anteriormente se llamaba Shegar, pero los chinos tras la construcción de nuevos edificios frente a la parte vieja, tras el río, le han cambiado el nombre por Nuevo Tingri. Y esto era a lo que se referían los del bus!!.
Situada a 7km saliendo de la autopista, este pequeño poblado parece no haber avanzado desde hace cientos de años. Los lugareños se mueven por los alrededores mediante ponnies o carretas tiradas por los mismos. Y en él se encuentra el Monasterio Shegar Chöde, que es una pequeña institución Gelugpa, construida en 1269, sobre la falda de un alto monte, que se accede por un sendero empedrado. Una serpenteante muralla defensiva rodea las ruinas del Fuerte de Cristal que se asienta sobre el mismo, ofreciendo una extraordinaria vista sobre el poblado a sus pies. La Kora alrededor de la montaña comienza por la parte trasera, una zona muy abrupta y peligrosa, y que en 2 o 3 horas la realizan cientos de peregrinos de todas las edades. Ver la puesta de sol desde el monasterio es indescriptible, sobre todo, como me ocurrió cuando coincidía con la subida de una blanquísima luna llena. Al fondo, el pico Everest.
Continúan los problemas en Tingri
6/12 - Nos habíamos levantado a las 5:30 de la mañana, hacía bastante frío, ya que estábamos a casi 4.000mt. de altitud. La noche pasada había dos guaguas aparcadas junto al hostal, que iban a salir a primera hora del pueblo, según los conductores. Pero, una de ellas ya se había ido, y la otra estaba a punto de salir. Julián intenta entenderse con el conductor, pero éste iba dirección Shigatse. Así que, la única forma de salir de ahí era que nos llevasen hasta el cruce y desde allí esperar por otra para continuar el trayecto programado. Nos cobraron 10R a cada uno por solo 7km. A partir de ahí nos esperaba otros 60Km. hasta Tingri (Old Tingri, también). Justo en ese cruce hay varias casas de Te, y en una de ellas, donde nos acogieron antes de abrir la familia que en el interior dormía, nos quedamos a la espera de otro bus que nos quisiera llevar. Todos desayunamos fideos, y mientras esperábamos algun medio de transporte nos bebimos varios termos de Cha-ngamó.
Casi 3 horas y no pasaba ninguno. Jessica jugaba al frezebee con varios nómadas que también esperaban por transporte, y veían por primera vez ese platillo volador. El dueño del bar nos ofreció, aprovechando que tenía que llevar unas pieles de yak y unas herramientas al siguiente poblado, transportarnos en un pequeño remolque tirado por un moto-tractor de labrar. La única condición que nos puso fue que saliéramos caminando 2km fuera del poblado.
El carruaje salió algo más tarde que nosotros con nuestras mochilas tapadas, nos pasó y allí mas tarde nos esperaba. A una velocidad de no más de 40Km/h, y tras pasar un control policial donde el conductor pagó, pienso yo, un soborno, los diferentes preciosos parajes iban sucediéndose mientras nos cruzábamos con varios carros tirados por ponnies, y un jeep policial, únicos vehículos que por ahí circulaban. Tras 2 horas de incomodísimo transporte y muchísimo frío llegamos a Tingri.
Unas vueltas por el poblado y con poco que ver nos hace decidir que solo pasaremos una noche. Desde aquí las maravillosas vistas del Himalaya hace de este poblado un lugar ideal para detenerse al menos un día cuando se viene de Nepal y prepararse para los cambios de altitud en dirección Lhasa, y al ser un sitio de paso fijo de turistas, los precios doblan por todo. Sus gentes son muy amables, y sus casas con anchos muros de piedras están pintadas en blanco. Los franceses estuvieron preguntando afanosamente por todo el poblado la posibilidad de alquilar dos caballos para viajar hasta el campamento base del Everest.
Solamente pasa un bus dirección hacia la frontera cada día a las 14:30. Nuestra duda es... ¿habrá esta vez sitio para nosotros dos?
Al día siguiente, esperábamos en una tetería resguardándonos del fuerte viento. De vez en cuando salíamos a controlar preguntando a varios conductores de camiones, o de coches, la posibilidad de viajar con ellos pero unos que no nos llevaban y otros las cantidades que pedían nunca bajaban de los 500R. Nos quedaba muy poco dinero. Con casi una hora de retraso, mientras un vendaval de viento y polvo empujaban bruscamente hasta las cabras llegó un mini bus chino dirección la frontera. Varios paisanos se apilaron en la puerta, pero solo nos permitieron a nosotros dos subir. El resto quedó fuera. Todos los asientos estaban ocupados y debíamos viajar de pie. Nada más entrar nuestra alegría quedó interrumpida en el momento en que comenzó la lucha por el precio del viaje. Llegaron incluso a parar la guagua, abrir la puerta para que nos bajáramos haciendo amagos de tirar nuestras mochilas a la carretera. Tuvimos que rogar y aparentar desdichados viajeros. Guchi, guchi!! (por favor!!) decía Jessi con cara de "mucha pena". Y yo arengando más a los pasajeros para que nos ayudaran presionando a la cobradora. Los pasajeros llegaron incluso a increparlos. De 400R solo pudimos rebajarlo a 300R. Al menos ya no nos quedábamos otro día más esperando por el próximo medio de transporte, tentando nuevamente a la suerte, o a la mala. Tan solo nos quedaban dos días de visado. Esta vez hemos sido nosotros los que entramos en esta rueda mafiosa, y sin otra opción.
Pasamos dos puertos de montañas de más de 5.100mt., y las vistas de parte de la cordillera del Himalaya fueron las más espectaculares que jamás haya visto en mi vida.
A 300m de Nyalam el bus se detuvo para hacernos bajar. Hay un control policial fijo a la entrada del pueblo. Caminando nos dirigimos pensando que no se creerían que veníamos así de Tingri. Y pasamos nuevamente sin ningún tipo de problema, lo que deduzco que se han inventado muchísimas historias, por intereses económicos, las agencias de viajes tanto de Nepal como de Tibet sobre los rigurosos controles policiales en todo el país. Incluso en el Foro de Lonely Planet entran haciéndose pasar por viajeros que han sufrido represalias por no tener papeles. Lo cierto es que se puede viajar sin permisos. La mafia china se reparte un suculento botín por los trámites del visado para entrar en Lhasa, desde Nepal, un sello en un papel que nunca es en el pasaporte. Sin embargo, desde China se puede entrar con el visado chino en el pasaporte, pero desde Nepal, no.
Fue Nyalam, el último lugar de nuestra ruta. Mientras entrábamos en el pueblo una anciana que traía un Yak de pastar, y lo llevaba a su casa, se acercó a nosotros. Con señas nos dijo que la siguiéramos, que tenía un lugar para nosotros. Por 10R, nos quedamos en dos sillones del salón de la casa junto a su nieto. Galletas, te, caramelos. No hay nada como "el calor" de una abuela. Ella tampoco tiene ducha. Debemos hacerlo en los bajos de un restaurante chino que tiene varias duchas para alquilar. Esa noche, cubiertos bajo varios kilos de mantas, pasamos la mejor de todo el viaje.
Al día siguiente Jessi quería visitar la Cueva de Milarepa, un budista místico, compositor de canciones que vivió durante 6 años (entre el siglo XI y XII), en esa cueva, meditando, y renunciando a toda forma de lujos, vistiendo trozos de algodón y alimentándose de raíces y semillas, en el decadente poblado Gangka a 10km., y que el día anterior habíamos pasado en bus. Pero nadie nos quiso llevar. Ni tan siquiera varios turistas chinos que tenían sitio en sus todo-terreno. Ni camiones, de chinos, ni coches particulares. Todos hacían gestos con la mano, que no nos llevaban. Cinco horas caminando, ida y vuelta, bajo un tremendo frío, viento y polvareda. Nadie se compadeció de nosotros al vernos sufriendo el recorrido. No podía esperar otra cosa de los chinos.
El valle de Kathmandú
9/12 - Llega el final. A las 8:30 esperábamos transporte hasta la frontera. Varias furgonetas taxi hacen diariamente los trayectos de 30km, pero esta mañana parece que nadie vaya a bajar. Un taxista chino nos lleva hasta allá, claro, cobrándonos el doble, ya que desconocíamos el precio. El último almuerzo, un dhal bhat, lo hacemos en un bareto chino cuyo empleado es nepalí. Ya nos llega los recuerdos de los curries. Estamos a muy pocas horas de abandonar Tibet y tengo un poco de nostalgia, frustración y rabia contenida. Lo que prometía ser una aventura llena de sorpresas inesperadas pasó a ser sorpresas amargas.
Tras la oportuna entrega de pasaportes y la hoja de papel sellado, el de Jessi queda retenido durante un largo tiempo. Dudas, asombro, y empezamos a pensar de todo. Al final nos lo devuelven y traspasamos las abarrotadas verjas que separan ambos países. Cientos de nepalíes regresan cargados de mantas y cantidad de artículos chinos, muchos de los cuales son requisados en aduana nepalí. Otros 20$ y concedido el visado nepalí por 2 meses, aunque estoy tan solo a dos semanas de acabar mi ruta.
Sin apenas tiempo para pasear entre la cantidad de bares y tiendas del lado nepalí, todos completamente deteriorados, corremos tras un bus que sale de la cochambrosa y polvorienta estación dirección Kathmandú. Aunque indicaba express, hizo muchísimas paradas. A través de los cristales, la inmensa franja del Himalaya, en un despejadísimo día, se apreciaba allá al fondo. Parece mentira que hayamos pasado a través de esas montañas.
Una de esas tantas paradas fue Dhulikhel, donde me bajé para pasar varios días. Mi amiga Jessi continuaba hasta la capital. Antiguo poblado newari, me han parecido muy interesantes sus viejas callejuelas y edificaciones. Me quedé en el hostal Nawarangu, un lugar encantador, algo viejo, muy, muy familiar, y donde diversos artistas exponen sus trabajos de pinturas o esculturas en el salón de la casa. Es un lugar idóneo para patear durantes algunas horas, o durante varios días por los pueblos que lo rodean.
Destaca el Templo de Kali construido sobre un montículo donde las vistas de Dhulikhel y los picos himalayos Langtang Lirung (7.246m) al este, el Dorje Lakpa (6.966m), Gauri Shankar (7.145m) y Melungtse (7.181m) al oeste, sobrecoge. Está tomado por los militares como lugar estratégico para la defensa de la zona, del ataque de los maoístas. A un lado, un estrecho camino de peregrinos rodea las faldas de varias montañas atravesando los pequeños poblados, Kavre y Phulbari, y llega hasta la sagrada Estupa Namobuddha donde también se encuentra su templo y el pequeño monasterio Tangho Gompa, desde donde se observa toda la inmensidad del valle.
Otro camino desciende, atravesando diversas plantaciones, arrozales, los pequeños poblados newaris de Sankhu y Sunthan y llega hasta Panauti. La leyenda cuenta que fue totaltamente construido de una sola piedra, muy sólida, que es inmune a los terremotos. Dos riachuelos, el Pungamati y el Roshi se juntan frente al Templo de Krishna Narayan haciendo, de este sagrado sitio un lugar de peregrinación. Pero un terremoto en 1988 causó la pérdida de sus sagrados ghats (escalerillas que desciende al río) debido a la riada. Algo más allá, el Templo de tres plantas Indreshwar Mahadev, construido en 1294 y dedicado al dios Shiva, destaca en medio de este hermosísimo poblado newari. Cada año, al finalizar los monzones se celebra el festival de los carros, donde diversos dioses son paseados por el poblado. También tiene un muy animado mercado, junto a la estación de guaguas.
La última semana del viaje me quedé nuevamente en Freak Street. Y que bien se está aquí, apartado de toda esa mogolla de guiris, que se quedan en el escandaloso barrio que nosotros hemos denominado "Thameljjjjjjhh".
Todos los atardeceres he seguido yendo a cenar a los puestos que rodea los templos en la Plaza Durbar. Sentado en las escalinatas, plato en mano, observando cómo oscurece el entorno, cómo la gente se apiña en los carritos de comida, y el humo envuelve el ambiente. Nostalgia. Sentimientos que aflorados porque a punto estaba de acabar mi ruta de tres meses en la Cima del Mundo. Y terminar todas las noches, junto a Jessi, el hijo de Ramm, que siempre está ayudando en el negocio cuando sale de clase, y con algunos nepaleses, en el bochinche de Ramm. Una de esas tarde fuimos al mercado para hacer una compra especial, pues haríamos una fiesta muy familiar en la que se comió tortilla de papas y guacamole, y Ramm puso las cervezas más baratas.
Una mañana muy temprano cogimos un mini-bus y nos trasladamos a Deopatán, donde se encuentra el templo hindú Pashupatinath, (el Benarés de los nepalíes), el templo hinduista más importante de Nepal, en la orilla del sagrado río Bagmati (río que canta), que fluye camino del también sagrado Ganges. Dice la leyenda que nació de una carcajada de Shiva. Es a primera hora de la mañana cuando la visita se hace junto a decenas de peregrinos y no hay ningún turista. Desayunamos en el pueblo y antes que amaneciera entramos al recinto, sin pagar. Dedicado a Shiva, dios destructor y creador, el señor protector de los animales y dueño de los rebaños, pastor simbólico de los extraviados, o descarriados. Por eso acuden también locos de dios con taparrabos, Sadhus y Fakires. Todos los días hay cremaciones en las escaleras de acceso a las aguas (ghats) para liberarse del Karma que llevan en esta vida y reencarnarse en otro mejor. Acabar una vida entre llamas y empezar otra, arder pero no desaparecer. Varias escaleras de acceso clasifican el estatus o casta social: al importante, al de la realeza, o a los comunes. Subiendo los escalones de la colina se encuentran el complejo del Templo Gorakhnath, figuras, esculturas, y Chaityas (capillas) con las imágenes de Shiva en todas sus formas, en un estado de penoso abandono, aunque son centros muy activos de culto. Su tesoro más preciado son los Lingam esculpidos o Shiva-linga, símbolos del falo de Shiva apoyado en una representación del Yoni, órgano sexual femenino de Parvati, su consorte. Pues no hay Lingam sin Yoni, que es símbolo de la fecundidad o Guhya. Porque hay también un Templo de la Vagina (el Guhyeshwari).
Mas tarde continuamos la ruta sagrada y cojimos otro mini-bus por la misma carretera hacia la estupa más representativa del budismo, Bodhnath (Boudha) (el Señor de la Iluminación o Sabiduría). Gran lugar de peregrinación desde el s.V, especialmente por tibetanos, y asociado muy estrechamente con el trasiego de comerciantes y peregrinos que iban o venían de Lhasa. De representación cósmica como un Mandala, está rodeado de casas y pequeños comercios que venden todo tipo de artefactos religiosos tibetanos. Cinco terrazas en las cinco direcciones del espacio: N-S-E-O y Cénit, soportan una sólida cúpula blanca, manchada por el polvo rojizo de azafrán ofrendado por los fieles, a la que se llega superando trece escalones, que representan los trece pasos para llegar a la iluminación. En su interior dicen que hay una reliquia de Buda. Sobre ella cuatro pares de ojos de Buda, omnipresente, mirando a los puntos cardinales, que todo lo vigila. No tiene boca, porque, dicen, no la necesita, ya que Buda no habla por hablar. La nariz es el número uno escrito en nepalí, y simboliza dos conceptos: la unidad y el camino único hacia la salvación predicado por Buda. En todo momento los banderines de colores ondean al viento y llevan escritas oraciones o mantras que son esparcidas hacia el cielo por el efecto del viento: rojo (fuego), azul (cielo), amarillo (liberación), blanco (pureza). Los fieles circunvalan el recinto en sentido las agujas del reloj (kora).
Luego, caminando, seguimos la carretera hasta el Monasterio Kopan situado en la colina del mismo nombre, que es un centro para cursar budismo y meditación donde muchos extranjeros vienen todos los años durante una temporada. Dominado por un magnífico Arbol Bodhi (Ficus religiosa) es un conmovedor escenario de tranquilidad, oasis espiritual, con hermosas vistas al valle.
Otra interesante visita es la Estupa Swayambhunath (o Templo de los Monos), s.V, con forma de flor de loto, que se encuentra en una colina de 100mt. de altura a casi 1km al oeste del barrio de Thamel, cruzando el río Vishnumati. Por la mañana, los rayos del sol alumbran su brillante cúpula de cobre. Sobre ella un cubo de bloques dorados con cuatro pares de azulados ojos de Buda "que todo lo controla" miran a los cuatro puntos cardinales del inmenso Valle de Kathmandú. Su sobresaliente espiral en el entrecejo es el "tercer ojo" (bindi) que todo lo ve y simboliza la omnisciencia. Y sobre ellos una bandera de rayas horizontales con los colores budistas cuelga del cono también dorado con 13 anillos, que representan los 13 pasos de la iluminación celestial. Sobre su cúspide una especie de sombrilla representa la propia iluminación. Para alcanzar la cima hay que empezar su escalonada subida pasando las figuras de Ganesh y Kumar, una gran huella de Buda marcada en una piedra, subir más de 300 escalones, donde una multitud de puesteros exponen todo tipo de artilugios religiosos tibetanos, piedras talladas (mani), máscaras, bebidas y comida para los monos, y esquivar a un ejército de monos traviesos que saltan de un lado a otro. Llegando al final se pasa junto a Garudas, leones, elefantes, caballos y pavos reales, luego la taquilla de pago para entrar, y se accede a la explanada donde peregrinos, fieles y monjes rodean la Estupa, haciendo la Kora; o giran las continuas series de ruedas metálicas de oraciones, al mismo tiempo que murmuran mantras; o entran en el pequeño Gompa (monasterio), donde a diario realizan ofrendas y celebraciones; o reverencian la llama eterna, las diosas sagradas Ganga y Jamuna en una jaula; o se asoman para admirar las maravillosas vistas sobre Katmandú. Frente a la Estupa se encuentra, sobre un pedestal metálico, el poderoso Vajra o Dovje (rayo destructor), la fuerza divina del dios Indra (rey de los cielos), y debajo los doce animales del zodíaco tibetano: cerdo, caballo, chacal, cordero, dragón, gallo, liebre, mono, rata, serpiente, tigre y toro.
Desde Kathamandú se puede llegar caminando hasta Patán o a Bhaktapur en bus. Las dos ciudades también más pobladas de Nepal.
Bhaktapur, la tercera más grande, a 12km, es la ciudad de los devotos, fuera de lo que es el valle propiamente dicho, fundada en el s.IX cuando el rey Anand Malla decidió instalarse en ella. Hay que pagar 10$, aunque se puede evitar no pasando por las entradas principales, con un Durbar Square que es una especie de museo al aire libre, dominada por la pagoda Nyatapola de 5 plantas y más de 30m de altura; y el Palacio Real, con 55 ventanas, que destaca por su elaborado balcón esculpido y su colección de tallas de madera, junto a la Puerta Dorada, o principal, que aunque siendo de bronce con los rayos del sol del atardecer brilla tanto como si fuera de oro, hasta Tachupal Tole a 10min. paseando a través del fascinante Bazar principal. Ha sabido conservar mejor el sabor medieval del periodo de la dinastía Malla, y es también la más hinduista y newar de todas.
Patan, la segunda ciudad más grande, actualmente es un barrio, situada a orillas del río Bagmati, 5km al sur, tiene una larga historia budista. Las cuatro esquinas de la ciudad están marcadas por estupas erigidas por el gran emperador budista Ashoka hace 2.500 años, posiblemente las más antiguas de todo el valle. Su Durbar Square está rodeado por la mayor concentración de templos de impresionante arquitectura newari por metro cuadrado de todo Nepal, destacando el templo octogonal Chyasim Deval, dedicado a Krishna, cerca de la inmensa campana de cobre, Taleju, frente al Palacio Sundari Chown; el templo Hari Shankar, de tres plantas, dedicado a Vishnu; el Krishna Mandir, situado en el centro, obra maestra de de la arquitectura y con una fuerte influencia munghal; el Vishwanath Mandir, de dos plantas y con dos elefantes de piedra a la entrada; o el Templo Jagannarayan ó Charnarayan, dedicado a Janaran, una de las encarnaciones de Vishnu, el más viejo de la plaza. Una escultura del rey Yoganaren Malla sentado en una flor de loto sobre una columna de 6m de altura, es el monumento mas relevante. A pocos metros y haciendo un tour por la ciudad se encuentran otros hermosos templos, como el Kumbheswar, de cinco plantas, de finísimo tallado en madera, el más viejo de la ciudad. Con un precio de entrada de 200R, también se puede evitar entrando por los laterales de la ciudad...!!
Cogiendo muy temprano desde Kathmandú el bus hasta Bhaktapur, luego cambiar por otro que llega hasta Nagarkot, 30kms. dirección Este, al otro lado del valle, da tiempo realizar un espléndido y largo pateo en un día. O hacer noche allí para ver desde la azotea del hostal de alojamiento, a casi 2.200mt. de altitud los cambios de tonalidades que adquiere el techo del mundo, el Himalaya con la puesta de sol, o también, uno de los amaneceres mas bonitos, con unas maravillosas vistas del macizo del Annapurna, del Dhaulagiri al oeste y del Everest al Este, y sobre un valle que forma un fértil oasis en las estribaciones del Himalaya, que guarda monumentos y atracciones, concentrados principalmente en las tres antiguas ciudades, a las que antes me referí, y que constituyen su hermosísimo tesoro, legado de la antigüedad. Y luego bajar por la misma carretera hasta Chisopani, y desde allí tomar el sendero que pasa por Kattike y seguir hacia Tharkot. Este día tuve la mala suerte de no poder coger esa guagua y comencé la ruta desde Tharkot. La bajada se hace por un camino muy empinado que va directamente hacia el centro del valle donde los campesinos trabajan esta agradecida tierra regada constantemente por las lluvias, y da la sensación de regresar a un tiempo olvidado. Por desvío entre plantaciones y pequeños poblados se llega hasta Sankhu, que hay que atravesar entre sus antiguas casas y calles empedradas, luego seguir la carretera asfaltada hasta un poco antes de Brahmakhel donde hay otra vereda que pasa entre arrozales y hay que cruzar un torrente para tomar luego la subida al templo Changu Narayan (s.IV) en lo alto de la montaña sobre su pequeño poblado. Este templo es el más antiguo del valle y constituye lo mejor del arte y la arquitectura nepalesa. En el centro de una plaza empedrada, rodeada de muros decorados con delicados grabados de imágenes eróticas se encuentran una pequeñas habitaciones de ofrendas y de monjes ( dharamsalas), tallas de madera, hierro y piedra esculpida, una imagen de Bhupatendra, el rey Malla y su esposa, otra de Garuda con una serpiente enrolada en su cuello a su entrada, junto a una inscripción en piedra, la más antigua del país, una imagen de Vishnu con cabeza de león arrancando las entrañas de su enemigo. Para acceder en coche, como casi todo el mundo hace, hay que ir por la carretera que llega hasta a la cima, donde hay una subida escalonada. Allí muchos puestos de ventas exponen sus recuerdos turísticos y manualidades, y hay que pagar para entrar. Yo accedí a través de la loma, me incorporé al poblado por otro lado y entré por uno de los laterales del templo donde no había nadie que me viera. Desde lo alto se aprecia claramente las rutas que llegan hasta Bhaktapur, entre empedrados senderos que alcanza una carretera de tierra que lleva directamente hasta esta antigua ciudad. Llegué al atardecer, y desde allí regresé en bus a Kathmandú.
El último día lo dediqué a mis últimas compras y a despedirme de todos los amigos que había hecho en este barrio de Freak Street.
Otro camino desciende, atravesando diversas plantaciones, arrozales, los pequeños poblados newaris de Sankhu y Sunthan y llega hasta Panauti. La leyenda cuenta que fue totaltamente construido de una sola piedra, muy sólida, que es inmune a los terremotos. Dos riachuelos, el Pungamati y el Roshi se juntan frente al Templo de Krishna Narayan haciendo, de este sagrado sitio un lugar de peregrinación. Pero un terremoto en 1988 causó la pérdida de sus sagrados ghats (escalerillas que desciende al río) debido a la riada. Algo más allá, el Templo de tres plantas Indreshwar Mahadev, construido en 1294 y dedicado al dios Shiva, destaca en medio de este hermosísimo poblado newari. Cada año, al finalizar los monzones se celebra el festival de los carros, donde diversos dioses son paseados por el poblado. También tiene un muy animado mercado, junto a la estación de guaguas.
La última semana del viaje me quedé nuevamente en Freak Street. Y que bien se está aquí, apartado de toda esa mogolla de guiris, que se quedan en el escandaloso barrio que nosotros hemos denominado "Thameljjjjjjhh".
Todos los atardeceres he seguido yendo a cenar a los puestos que rodea los templos en la Plaza Durbar. Sentado en las escalinatas, plato en mano, observando cómo oscurece el entorno, cómo la gente se apiña en los carritos de comida, y el humo envuelve el ambiente. Nostalgia. Sentimientos que aflorados porque a punto estaba de acabar mi ruta de tres meses en la Cima del Mundo. Y terminar todas las noches, junto a Jessi, el hijo de Ramm, que siempre está ayudando en el negocio cuando sale de clase, y con algunos nepaleses, en el bochinche de Ramm. Una de esas tarde fuimos al mercado para hacer una compra especial, pues haríamos una fiesta muy familiar en la que se comió tortilla de papas y guacamole, y Ramm puso las cervezas más baratas.
Una mañana muy temprano cogimos un mini-bus y nos trasladamos a Deopatán, donde se encuentra el templo hindú Pashupatinath, (el Benarés de los nepalíes), el templo hinduista más importante de Nepal, en la orilla del sagrado río Bagmati (río que canta), que fluye camino del también sagrado Ganges. Dice la leyenda que nació de una carcajada de Shiva. Es a primera hora de la mañana cuando la visita se hace junto a decenas de peregrinos y no hay ningún turista. Desayunamos en el pueblo y antes que amaneciera entramos al recinto, sin pagar. Dedicado a Shiva, dios destructor y creador, el señor protector de los animales y dueño de los rebaños, pastor simbólico de los extraviados, o descarriados. Por eso acuden también locos de dios con taparrabos, Sadhus y Fakires. Todos los días hay cremaciones en las escaleras de acceso a las aguas (ghats) para liberarse del Karma que llevan en esta vida y reencarnarse en otro mejor. Acabar una vida entre llamas y empezar otra, arder pero no desaparecer. Varias escaleras de acceso clasifican el estatus o casta social: al importante, al de la realeza, o a los comunes. Subiendo los escalones de la colina se encuentran el complejo del Templo Gorakhnath, figuras, esculturas, y Chaityas (capillas) con las imágenes de Shiva en todas sus formas, en un estado de penoso abandono, aunque son centros muy activos de culto. Su tesoro más preciado son los Lingam esculpidos o Shiva-linga, símbolos del falo de Shiva apoyado en una representación del Yoni, órgano sexual femenino de Parvati, su consorte. Pues no hay Lingam sin Yoni, que es símbolo de la fecundidad o Guhya. Porque hay también un Templo de la Vagina (el Guhyeshwari).
Mas tarde continuamos la ruta sagrada y cojimos otro mini-bus por la misma carretera hacia la estupa más representativa del budismo, Bodhnath (Boudha) (el Señor de la Iluminación o Sabiduría). Gran lugar de peregrinación desde el s.V, especialmente por tibetanos, y asociado muy estrechamente con el trasiego de comerciantes y peregrinos que iban o venían de Lhasa. De representación cósmica como un Mandala, está rodeado de casas y pequeños comercios que venden todo tipo de artefactos religiosos tibetanos. Cinco terrazas en las cinco direcciones del espacio: N-S-E-O y Cénit, soportan una sólida cúpula blanca, manchada por el polvo rojizo de azafrán ofrendado por los fieles, a la que se llega superando trece escalones, que representan los trece pasos para llegar a la iluminación. En su interior dicen que hay una reliquia de Buda. Sobre ella cuatro pares de ojos de Buda, omnipresente, mirando a los puntos cardinales, que todo lo vigila. No tiene boca, porque, dicen, no la necesita, ya que Buda no habla por hablar. La nariz es el número uno escrito en nepalí, y simboliza dos conceptos: la unidad y el camino único hacia la salvación predicado por Buda. En todo momento los banderines de colores ondean al viento y llevan escritas oraciones o mantras que son esparcidas hacia el cielo por el efecto del viento: rojo (fuego), azul (cielo), amarillo (liberación), blanco (pureza). Los fieles circunvalan el recinto en sentido las agujas del reloj (kora).
Luego, caminando, seguimos la carretera hasta el Monasterio Kopan situado en la colina del mismo nombre, que es un centro para cursar budismo y meditación donde muchos extranjeros vienen todos los años durante una temporada. Dominado por un magnífico Arbol Bodhi (Ficus religiosa) es un conmovedor escenario de tranquilidad, oasis espiritual, con hermosas vistas al valle.
Otra interesante visita es la Estupa Swayambhunath (o Templo de los Monos), s.V, con forma de flor de loto, que se encuentra en una colina de 100mt. de altura a casi 1km al oeste del barrio de Thamel, cruzando el río Vishnumati. Por la mañana, los rayos del sol alumbran su brillante cúpula de cobre. Sobre ella un cubo de bloques dorados con cuatro pares de azulados ojos de Buda "que todo lo controla" miran a los cuatro puntos cardinales del inmenso Valle de Kathmandú. Su sobresaliente espiral en el entrecejo es el "tercer ojo" (bindi) que todo lo ve y simboliza la omnisciencia. Y sobre ellos una bandera de rayas horizontales con los colores budistas cuelga del cono también dorado con 13 anillos, que representan los 13 pasos de la iluminación celestial. Sobre su cúspide una especie de sombrilla representa la propia iluminación. Para alcanzar la cima hay que empezar su escalonada subida pasando las figuras de Ganesh y Kumar, una gran huella de Buda marcada en una piedra, subir más de 300 escalones, donde una multitud de puesteros exponen todo tipo de artilugios religiosos tibetanos, piedras talladas (mani), máscaras, bebidas y comida para los monos, y esquivar a un ejército de monos traviesos que saltan de un lado a otro. Llegando al final se pasa junto a Garudas, leones, elefantes, caballos y pavos reales, luego la taquilla de pago para entrar, y se accede a la explanada donde peregrinos, fieles y monjes rodean la Estupa, haciendo la Kora; o giran las continuas series de ruedas metálicas de oraciones, al mismo tiempo que murmuran mantras; o entran en el pequeño Gompa (monasterio), donde a diario realizan ofrendas y celebraciones; o reverencian la llama eterna, las diosas sagradas Ganga y Jamuna en una jaula; o se asoman para admirar las maravillosas vistas sobre Katmandú. Frente a la Estupa se encuentra, sobre un pedestal metálico, el poderoso Vajra o Dovje (rayo destructor), la fuerza divina del dios Indra (rey de los cielos), y debajo los doce animales del zodíaco tibetano: cerdo, caballo, chacal, cordero, dragón, gallo, liebre, mono, rata, serpiente, tigre y toro.
Desde Kathamandú se puede llegar caminando hasta Patán o a Bhaktapur en bus. Las dos ciudades también más pobladas de Nepal.
Bhaktapur, la tercera más grande, a 12km, es la ciudad de los devotos, fuera de lo que es el valle propiamente dicho, fundada en el s.IX cuando el rey Anand Malla decidió instalarse en ella. Hay que pagar 10$, aunque se puede evitar no pasando por las entradas principales, con un Durbar Square que es una especie de museo al aire libre, dominada por la pagoda Nyatapola de 5 plantas y más de 30m de altura; y el Palacio Real, con 55 ventanas, que destaca por su elaborado balcón esculpido y su colección de tallas de madera, junto a la Puerta Dorada, o principal, que aunque siendo de bronce con los rayos del sol del atardecer brilla tanto como si fuera de oro, hasta Tachupal Tole a 10min. paseando a través del fascinante Bazar principal. Ha sabido conservar mejor el sabor medieval del periodo de la dinastía Malla, y es también la más hinduista y newar de todas.
Patan, la segunda ciudad más grande, actualmente es un barrio, situada a orillas del río Bagmati, 5km al sur, tiene una larga historia budista. Las cuatro esquinas de la ciudad están marcadas por estupas erigidas por el gran emperador budista Ashoka hace 2.500 años, posiblemente las más antiguas de todo el valle. Su Durbar Square está rodeado por la mayor concentración de templos de impresionante arquitectura newari por metro cuadrado de todo Nepal, destacando el templo octogonal Chyasim Deval, dedicado a Krishna, cerca de la inmensa campana de cobre, Taleju, frente al Palacio Sundari Chown; el templo Hari Shankar, de tres plantas, dedicado a Vishnu; el Krishna Mandir, situado en el centro, obra maestra de de la arquitectura y con una fuerte influencia munghal; el Vishwanath Mandir, de dos plantas y con dos elefantes de piedra a la entrada; o el Templo Jagannarayan ó Charnarayan, dedicado a Janaran, una de las encarnaciones de Vishnu, el más viejo de la plaza. Una escultura del rey Yoganaren Malla sentado en una flor de loto sobre una columna de 6m de altura, es el monumento mas relevante. A pocos metros y haciendo un tour por la ciudad se encuentran otros hermosos templos, como el Kumbheswar, de cinco plantas, de finísimo tallado en madera, el más viejo de la ciudad. Con un precio de entrada de 200R, también se puede evitar entrando por los laterales de la ciudad...!!
Cogiendo muy temprano desde Kathmandú el bus hasta Bhaktapur, luego cambiar por otro que llega hasta Nagarkot, 30kms. dirección Este, al otro lado del valle, da tiempo realizar un espléndido y largo pateo en un día. O hacer noche allí para ver desde la azotea del hostal de alojamiento, a casi 2.200mt. de altitud los cambios de tonalidades que adquiere el techo del mundo, el Himalaya con la puesta de sol, o también, uno de los amaneceres mas bonitos, con unas maravillosas vistas del macizo del Annapurna, del Dhaulagiri al oeste y del Everest al Este, y sobre un valle que forma un fértil oasis en las estribaciones del Himalaya, que guarda monumentos y atracciones, concentrados principalmente en las tres antiguas ciudades, a las que antes me referí, y que constituyen su hermosísimo tesoro, legado de la antigüedad. Y luego bajar por la misma carretera hasta Chisopani, y desde allí tomar el sendero que pasa por Kattike y seguir hacia Tharkot. Este día tuve la mala suerte de no poder coger esa guagua y comencé la ruta desde Tharkot. La bajada se hace por un camino muy empinado que va directamente hacia el centro del valle donde los campesinos trabajan esta agradecida tierra regada constantemente por las lluvias, y da la sensación de regresar a un tiempo olvidado. Por desvío entre plantaciones y pequeños poblados se llega hasta Sankhu, que hay que atravesar entre sus antiguas casas y calles empedradas, luego seguir la carretera asfaltada hasta un poco antes de Brahmakhel donde hay otra vereda que pasa entre arrozales y hay que cruzar un torrente para tomar luego la subida al templo Changu Narayan (s.IV) en lo alto de la montaña sobre su pequeño poblado. Este templo es el más antiguo del valle y constituye lo mejor del arte y la arquitectura nepalesa. En el centro de una plaza empedrada, rodeada de muros decorados con delicados grabados de imágenes eróticas se encuentran una pequeñas habitaciones de ofrendas y de monjes ( dharamsalas), tallas de madera, hierro y piedra esculpida, una imagen de Bhupatendra, el rey Malla y su esposa, otra de Garuda con una serpiente enrolada en su cuello a su entrada, junto a una inscripción en piedra, la más antigua del país, una imagen de Vishnu con cabeza de león arrancando las entrañas de su enemigo. Para acceder en coche, como casi todo el mundo hace, hay que ir por la carretera que llega hasta a la cima, donde hay una subida escalonada. Allí muchos puestos de ventas exponen sus recuerdos turísticos y manualidades, y hay que pagar para entrar. Yo accedí a través de la loma, me incorporé al poblado por otro lado y entré por uno de los laterales del templo donde no había nadie que me viera. Desde lo alto se aprecia claramente las rutas que llegan hasta Bhaktapur, entre empedrados senderos que alcanza una carretera de tierra que lleva directamente hasta esta antigua ciudad. Llegué al atardecer, y desde allí regresé en bus a Kathmandú.
El último día lo dediqué a mis últimas compras y a despedirme de todos los amigos que había hecho en este barrio de Freak Street.